La sensación de decepción o lo que implica sentirse decepcionado son temas que afectan a la mayoría de personas al menos una vez en la vida cuando se defraudan las expectativas que se tenían puesta en alguien en quien se confiaba puede llegar a ser muy doloroso.
Las consecuencias son muchas, pero la más común es que la persona acabe encerrándose en sí misma y decida no volver a confiar en nadie más.
Sin embargo, aunque bajo una mirada distorsionada esto puede ser una buena manera de protegerse, a la larga puede convertirse en un problema. Esto se debe a que, al encerrarse en sí mismos, las personas se imposibilitan vivir experiencias que podrían aportarles una sensación de bienestar de su vida. Además, ignoran que la decepción no es un problema que esté completamente fuera de su control.
De hecho, para sentirse decepcionado es necesario que se den unas condiciones de expectativa. Es por esto que son tan comunes frases como “creí que harías esto por mí” o “no esperaba que hicieras esto” tras una decepción, ya que este sentimiento es la consecuencia de que una persona no cumpla con lo que se esperaba de ella. Cuánto menos realistas sean estas expectativas, mayor es el riesgo a caer en la decepción.
Las personas tienen la tendencia a valorar el comportamiento de otros basándose en sus creencias sobre cómo debe comportarse alguien en el que rol que se cree que desempeña. Algunas de las creencias más comunes son que el padre debe ser protector, que los amigos siempre deben estar disponibles, que la pareja solo puede tener ojos para nosotros o que nuestra madre debe ser comprensiva y amorosa.
Cuando el comportamiento se sale de las casillas establecidas por las creencias, viene la decepción, frustración, enfado y tristeza. Incluso puede llegar a pensarse que se desconoce por completo a la persona causante del problema.
La razón por la que esto ocurre radica en el hecho de que no nos relacionamos con la gente exactamente como es, sino como quien creemos que es o, en los peores casos, con quien queremos que sean.
Las personas con una tendencia a la idealización, proyección y devaluación no se relacionan de una forma real, sino con una fantasía. La realidad acaba apareciendo tarde o temprano para mostrar su amarga cara y acabar con dicha imagen falsa y es ahí cuando la decepción se hace sentir. Por esta razón, estas tendencias puedes representar un auténtico problema al establecer relaciones sociales. La buena noticia, es que mediante algunas estrategias esto se puede tratar.
El colectivo LGTBIQ+ y la salud mental
Las obsoletas normas sociales que etiquetan a personas como «normales» o » no normales» crean una enorme presión para la comunidad LGTBIQ+. Estas presiones doblan la probabilidad de que los miembros de esta comunidad presenten un trastorno de salud mental en comparación con personas heterosexuales.
Las personas del colectivo son más propensas a experimentar problemas de depresión, ansiedad, conductas adictivas o/y autodestructivas y tienden en mayor medida a presentar comportamientos suicidas. El colectivo de personas LGTBIQ+ también padecen más trastornos alimentarios, como la anorexia o la bulimia nerviosa, que las personas heterosexuales.
Tasas de suicidio y depresión el la comunidad LGTBIQ+
Las tasas de suicidio y depresión son más altas en esta población. Estudios indican que en de los adolescentes LGTBIQ+ el riego a que manifieste conductas suicidas o haga intentos de suicidio es de un 40% mayor que en población heterosexual.
Además de los factores de tensión social «habituales», las personas LGTBIQ+ tienen que soportar el acoso, la discriminación y los abusos basados en su sexualidad y/o identidad de género.
¿Cómo afecta la decepción a la salud mental?
La decepción crónica nos lleva a pensar negativamente de manera generalizada. Estos pensamientos condicionan a la mente a la negatividad, lo que también nos empuja a atraes más cosas negativas.
En consecuencia, las ideas positivas producidas durante una sinapsis cerebral podrían ser reemplazadas por los pensamientos recurrentes negativos, causando un deterioro del estado anímico.
Además, las quejas contantes también debilitan al sistema inmunológico y aumentan la presión arterial, lo que constituye un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades del corazón, obesidad y diabetes. La decepción también se relaciona con un incremento de los niveles de estrés, lo que incrementa la liberación de cortisol, una hormona que puede influir negativamente en la memoria y el aprendizaje.
Conclusiones
Sentirse decepcionado es una consecuencia común de las relaciones humanas después de un comportamiento que genere desilusión. Unas expectativas realistas pueden ayudar a reducir el riesgo de enfrentarse a este sentimiento o al menos reducir su gravedad. No obstante, incluso así es difícil ser completamente inmune a las decepciones. Por tanto, lo más sano es aprender a enfrentarlas, de manera que no se conviertan en un obstáculo que nos permita disfrutar de una vida plena al relacionarnos con otras personas.
Referencias bibliográficas
- Clancy, A., Vince, R., & Gabriel, Y. (2012). That unwanted feeling: A psychodynamic study of disappointment in organizations. British Journal of Management, 23(4), 518-531.
- De Figueiredo, J. M. (1993). Depression and demoralization: phenomenologic differences and research perspectives. Comprehensive psychiatry, 34(5), 308-311.