La pandemia ha cambiado muchas cosas, una de ellas la forma de trabajar y comunicarnos. La implantación del teletrabajo ha provocado en algunas personas la llamada dismorfia de Zoom: un trastorno de salud mental debido al exceso de videollamadas.
En estos dos años de crisis sanitaria, el home office, las clases online, las reuniones con jefes y compañeros, etc. han incitado que nos mostremos críticos e insatisfechos con la imagen que mostramos en pantalla. Una imagen que, en la mayoría de las veces, está distorsionada debido a la poca calidad de la cámara o a una iluminación insuficiente.

El término dismorfia de Zoom fue usado por primera vez en el International Journal of Women’s Dermatology en relación con un artículo del Departamento de Dermatología del Hospital General de Massachusetts en Boston, que alertaba del aumento de consultas durante el periodo pandémico. El artículo, llamado “Una Pandemia de Dismorfia: la influencia de las llamadas por Zoom en la percepción de nuestra apariencia” trata sobre la alta demanda de cirugías con el objetivo de mejorar la apariencia durante las videollamadas. Sus autores alertan sobre el gran número de pacientes que buscan someterse a cirugía con el argumento de que no les gusta el aspecto que ofrecen en Zoom, Teams y demás plataformas.
Esta insatisfacción de la autoimagen, en los casos más graves deriva en un trastorno de dismorfia corporal (TDC).
¿QUE ES EL TRASTORNO DE DISMORFIA CORPORAL?
El trastorno dismórfico corporal (TDC) es un problema de salud mental que consiste en una focalización excesiva en la apariencia corporal o en algunos defectos que se puedan tener, por pequeños que sean. En el caso de la dismorfia de Zoom, al afectar exclusivamente al rostro, podemos hablar también de trastorno de dismorfia facial.
Una persona con TDC se llega a sentir tan incómoda y avergonzada con la imagen que proyecta hasta el punto de poder socializar. El intentar solucionar ese “defecto” con maquillaje, régimen, cirugía o demás recursos llega a convertirse en una cruzada. Pero la solución difícilmente llega, porque en realidad es un trastorno mental cuyo tratamiento pasa por la terapia e incluso la medicación en los casos más severos.
TRASTORNO DE DISMORFIA CORPORAL: SÍNTOMAS
Algunos de los síntomas del trastorno dismórfico corporal son:
- Creer firmemente por error que alguna característica física propia es un gran defecto que afea la imagen
- Preocupación excesiva por esos defectos, que incluso pueden llegar a ser imperceptibles para los demás.
- Creencia de que los demás detectan ese defecto, lo valoran negativamente y se burlan.
- Convertir la ocultación o solución de ese defecto en una verdadera obsesión: con ropa, maquillaje, etc.
- Evitar quedar con los demás con tal de no exponerse físicamente.
- Comparar el propio físico y/o apariencia con la de los demás.
- Buscar la aprobación del otro.
NO ME VEO BIEN EN LA PANTALLA
Aunque en la reunión haya más participantes, la mayoría de las personas se miran más a sí mismas que a los demás conectados, como si se miraran en un espejo. Y es ahí cuando se ven las ojeras, la papada, las cejas separadas, etc. Y aunque, como hemos dicho antes, esa imagen está distorsionada, se hace difícil aceptarse totalmente cuando se es hiperconsciente de esas imperfecciones. Esa autocrítica provoca que hayan aumentado en un 30 % algunas intervenciones quirúrgicas tales como la blefaroplastia o la cirugía de párpados.
Según Francisco Gómez Bravo, presidente de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica “la Covid-19 ha causado una avalancha de pacientes que acuden a la medicina estética para solucionar lo que se ha denominado Dismorfia de Zoom”. Esta avalancha traducida a números nos da unos datos sorprendentes: durante el año 2021 en España se realizaron 400.000 intervenciones estéticas, se gastaron 26.000 millones de euros y el 60% de los pacientes financió estas intervenciones con créditos.
Además, el teletrabajo facilita el pasar por el quirófano, ya que se puede completar el posoperatorio en casa sin dar demasiadas explicaciones en la oficina.
RETROALIMENTACIÓN FACIAL Y AUTOIMAGEN DISTORSIONADA
La Dra. Rice y el Dr. Kourosh, autores del mencionado artículo del Hospital General de Massachusetts, mencionan su hipótesis de la retroalimentación facial: nuestra expresión facial puede afectar nuestras emociones. Así afirman que “el tratamiento de las arrugas de apariencia triste puede reducir la depresión al hacer que el paciente parezca menos triste ante los demás, lo que, a su vez, le hace sentirse mejor consigo mismo.»
También sostienen que, en las videollamadas, donde somos espectadores de nosotros mismos en una autoimagen distorsionada, podemos llegar a percibirnos como tristes a causa de las arrugas que nos vemos en la pantalla, y esto afecta a nuestras emociones negativas, conduciendo en ocasiones a un peligroso ciclo de autodesprecio.
REDES SOCIALES, ADOLESCENTES Y AUTOIMAGEN
La dismorfia de Zoom tiene un antecedente provocado por la mala combinación de redes sociales y adolescentes altamente preocupados por su autoimagen: la dismorfia de Snapchat.
Se detectó antes de la pandemia y afectaba a aquellos jóvenes que, de forma enfermiza, comparaban su imagen retocada por los filtros que ofrece Snapchat y demás redes con su imagen real.
Es importante mencionar la importancia que tienen las redes sociales, influencers y trendsetters en las tendencias estéticas. Según el cirujano Javier de Benito “Todo ese mundo de influencers provoca que la gente joven no tenga un criterio real sobre su propia imagen y lleguen a nuestra consulta jóvenes de veintipocos años que ya quieren bótox o rellenos con ácido hialurónico porque la chica a la que siguen en redes sociales se lo ha puesto.”
CONCLUSIONES
La aparición de las redes sociales y todo su ecosistema de influencers claramente afecta negativamente a nuestros adolescentes con menos autoestima. Ahora, los adultos, hemos caído en la misma trampa al ver nuestro reflejo en la pantalla, en una imagen no editada de nosotros mismos durante las videollamadas. Alguien que tenga una percepción correcta de su cuerpo y sea consciente de sus defectos de una forma sana, no le dará demasiada importancia a esa imagen poco favorecedora que en ocasiones proyectamos en las videollamadas. El problema radica en aquellas personas con la autoestima baja, muy autoexigentes o con tendencias previas a cualquier tipo de dismorfia.
En estos casos, la terapia, especialmente la cognitivo-conductual, es una gran ayuda para convertir esta vergüenza en autoaceptación. Trabajar con la autoestima del paciente, detectar las causas de esas emociones negativas y aprender a convivir con las características y defectos propios son pasos imprescindibles para transformar la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
Referencias bibliográficas
- Revista XLSemanal nº. 1.765
- Karolinska Institutet
- https://www.liebertpub.com/doi/10.1089/fpsam.2020.0454